El calor ahogaba mis pupilas, un no sé qué envolvía en papel de aluminio mi sangre.
Abrí la ventana para que “ella” viera mi desnudez vestida de otoños marchitos, y su embrujo me dio miedo, miedo y excitación a la vez… Tenía escritos en un pliego todos los ritos y sortilegios que desatarían las invioladas fuerzas del universo en aquella noche mágica:
Dos hojas de laurel machacadas con unos granos de cardamomo y aceite de oliva, para conservar la tersura y el aroma de la piel.
Un huevo crudo, puesto al sereno, en un vaso de agua con tres gotas de ajenjo, para alejar los malos espíritus durante el periodo de un año.
Siete hojas de caléndula, dos de jazmín, una pizca de pimienta picante, el zumo de medio limón y agua de mar, para que tú me quieras…
Para que tú me quieras…, para que tú me quieras escrito en todos los espejos de la casa con un trozo de carbón de olivo.
Me vestí de virgen sin serlo. Temblando engalané mis cabellos con margaritas azules, y puse pétalos del mismo color en el hueco que se abría entre mis senos. Junté mis manos para atraparte simbólicamente entre mis palmas. Uní mis labios en una plegaria que fuera solamente nuestra.
Y le grité a “ella” que robara una parte de ti para hacerte mío.
El viento traía hasta mí aromas de fuego purificador, de hierba recién cortada y sueños.
Sueños absurdos, reales, dulces, malvados, atrevidos, inalcanzables; pero sueños destilados por miles de mentes a la vez.
Yo era la más loca de las locas imaginando que el grito íntimo del deseo podía recorrer distancias…Cerré los ojos a la materia y alargué las manos…
Acaricié tus pupilas con la yema de mis dedos; tembló tu cuerpo en un instante de calidez y susurros aletargados en el tiempo; torcí tu voluntad en una curva de lánguidas humedades y azúcar; en una pira de palabras quemé mis últimos resquicios de cordura y, dentro del tránsito mágico de primavera –verano, me transmuté en pavesas de luz ante los ojos atónitos de “ella”: la luna.
Fuiste mío en el interior de una brasa.
Era un veintitrés de junio que nunca sucedió, y yo te amaba.
Lola Bertrand
Abrí la ventana para que “ella” viera mi desnudez vestida de otoños marchitos, y su embrujo me dio miedo, miedo y excitación a la vez… Tenía escritos en un pliego todos los ritos y sortilegios que desatarían las invioladas fuerzas del universo en aquella noche mágica:
Dos hojas de laurel machacadas con unos granos de cardamomo y aceite de oliva, para conservar la tersura y el aroma de la piel.
Un huevo crudo, puesto al sereno, en un vaso de agua con tres gotas de ajenjo, para alejar los malos espíritus durante el periodo de un año.
Siete hojas de caléndula, dos de jazmín, una pizca de pimienta picante, el zumo de medio limón y agua de mar, para que tú me quieras…
Para que tú me quieras…, para que tú me quieras escrito en todos los espejos de la casa con un trozo de carbón de olivo.
Me vestí de virgen sin serlo. Temblando engalané mis cabellos con margaritas azules, y puse pétalos del mismo color en el hueco que se abría entre mis senos. Junté mis manos para atraparte simbólicamente entre mis palmas. Uní mis labios en una plegaria que fuera solamente nuestra.
Y le grité a “ella” que robara una parte de ti para hacerte mío.
El viento traía hasta mí aromas de fuego purificador, de hierba recién cortada y sueños.
Sueños absurdos, reales, dulces, malvados, atrevidos, inalcanzables; pero sueños destilados por miles de mentes a la vez.
Yo era la más loca de las locas imaginando que el grito íntimo del deseo podía recorrer distancias…Cerré los ojos a la materia y alargué las manos…
Acaricié tus pupilas con la yema de mis dedos; tembló tu cuerpo en un instante de calidez y susurros aletargados en el tiempo; torcí tu voluntad en una curva de lánguidas humedades y azúcar; en una pira de palabras quemé mis últimos resquicios de cordura y, dentro del tránsito mágico de primavera –verano, me transmuté en pavesas de luz ante los ojos atónitos de “ella”: la luna.
Fuiste mío en el interior de una brasa.
Era un veintitrés de junio que nunca sucedió, y yo te amaba.
Lola Bertrand
13 comentarios:
Primer flor de Junio
y huele a sortilegio
la luna se abre roja
ciega,clara y loca!
Oh Lola cuando evocas,
los sagrados solsticios
y tu cabellera encendida
va despertando envidias!
Has preparado todas
las misturas que alborotan
la sangre de la aurora...
hierven en su fuego lento,
los deseos,y pelirroja
tú como las lenguas de fuego
de la hoguera,te elevarás,
augusta y soberana,más
virgen y cercana de la noche
más corta,la luna hará derroches
volverá a ser tuyo el veintitrés
de junio que si, va a suceder!
Gracias amiga,me guardo tus coletas
y te dejo del ayer mis rojas trenzas...
Buenas noches,Besos
Amar sib ver, sintiendo, amar a quien no existe existiendo en ese 23 de Junio que nunca existio, y sinembargo existia amor. Que bello texto. Me gusto mucho, me hace recordar momentos añejos de mi vida. Saludos y un beso. Cuidate.
...palabras con mucha color. Me gustó. Mucho. Gracias por haber visitado mi blog
Un texto lleno de magia, Lola, ha sido un placer leerte.
Abrazos
Eva
Un texto mágico, lleno de rituales sanjuaneros, ¡hermoso!. Un abrazo.
Paso por tu página Lola y me deslumbras con tu delicada y sensual prosa. Besos de mar a mar, Julia
Como siempre, tu escritura deslumbra, y sabes que no lo digo por cumplir, sino porque realmente lo veo así.
Hace tiempo que no pasaba por aquí y veo que me he perdido un montón de cosas que voy a recuperar inmediatamente. Precioso Blog.
Querido Blogger
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Atento saludo
NPB-Team
Maravillosa esta historia que nos dejas , Lola.
Tiene magia.
Abrazos
Anina
La magia de esta historia está en sus letras.
Magnífico.
Saludos Juanchu
Lola estoy deslumbrada ante tanta belleza,un escalosfrío me recorre es que leer algo tan bonito me hace tanto bien ,me regalas dicha con estas letras gracias un gusto venir por aqui
Tus escritos atrapan y deleitan, Lola.
Saludos
Antonio P.
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