La hora mágica es esa en la cual el sol comienza lento y pausado a abrazarse con la tierra, hasta fundirse, como un tierno amante, en el horizonte.
Es a esa hora cuando los jazmines del patio andaluz exhalan su aroma más intenso, y los pájaros, alborotadores, revolotean indecisos, de rama en rama, hasta encontrar el acomodo nocturno.
En esos momentos mágicos la luz y el color se transforman, extrayendo de sus entrañas tonalidades ocultas y diferentes. Es la de dibujar fantasías con la mente y permitir al cuerpo cansado que repose en la ilusión de los sueños inconclusos.
Es esa, precisamente esa, la que todos los días eligen los párpados de Doña Rosita “la soltera” para cerrarse lentamente, pudiendo así transitar a sus anchas por los vericuetos y secretos caminos de su mente.
Acomoda su cabeza, en un movimiento natural a fuerza de repetitivo, sobre el respaldo de la mecedora antigua de años y sueños.
Parece estar envuelta, toda ella, por una aureola de aparente hermetismo que no permite translucir al exterior ni uno solo de sus fecundos pensamientos, plagados estos de ilusiones y deseos jamás realizados, de personajes e historias que ya son olvido para su entorno.
Su rostro es un campo de profundos surcos que la vida ha ido labrando en su lento e inevitable paso a través de ella, destruyendo así la belleza fresca y lozana que antaño la engalanaron. Solamente el trazo curvo de su boca, pincelada cruel que el destino ha ido dibujando, deja translucir el amargo desencanto que la persigue y atormenta...
Y mientras la luz decrece, en su hermosa exposición diaria de dorados y anaranjados, el intenso aroma que exhalan los jazmines acaricia su piel y sus recuerdos.
Doña Rosita “la soltera”, revive nuevamente, cada atardecer, el aciago instante en el que se transformó en la sombra de sí misma. Volviendo a ser, una y otra vez, como si girara eternamente en una noria maldita, la joven tierna, inexperta y confiada que los azares de la vida transformaron, ante las gradas del altar, en moderna estatua de sal.
Una joven de ojos húmedos, muertos para la esperanza y cuyas manos temblorosas, en su desconcierto, aprietan inconscientes un pequeño ramillete de jazmines marchitos de dolor y desencanto.
Doña Rosita “la soltera” confecciona con su imaginación, una vez más, un hermoso vestido blanco, tul ilusión y suave raso, el mismo que, desde aquél lejano y nefasto día, ha quedado impreso sobre su cuerpo como una segunda piel, el mismo con el que se engalana una y otra vez sacando razones y esperanzas del pozo profundo de su mente.
Y en esta hora mágica vuelve a convertirse una vez más en aquella que, en lo más profundo de sí misma, siempre ha creído ser: la eterna novia que, atrapada en un pliegue del tiempo, espera ansiosa e ilusionada la llegada de su amado...
Es a esa hora cuando los jazmines del patio andaluz exhalan su aroma más intenso, y los pájaros, alborotadores, revolotean indecisos, de rama en rama, hasta encontrar el acomodo nocturno.
En esos momentos mágicos la luz y el color se transforman, extrayendo de sus entrañas tonalidades ocultas y diferentes. Es la de dibujar fantasías con la mente y permitir al cuerpo cansado que repose en la ilusión de los sueños inconclusos.
Es esa, precisamente esa, la que todos los días eligen los párpados de Doña Rosita “la soltera” para cerrarse lentamente, pudiendo así transitar a sus anchas por los vericuetos y secretos caminos de su mente.
Acomoda su cabeza, en un movimiento natural a fuerza de repetitivo, sobre el respaldo de la mecedora antigua de años y sueños.
Parece estar envuelta, toda ella, por una aureola de aparente hermetismo que no permite translucir al exterior ni uno solo de sus fecundos pensamientos, plagados estos de ilusiones y deseos jamás realizados, de personajes e historias que ya son olvido para su entorno.
Su rostro es un campo de profundos surcos que la vida ha ido labrando en su lento e inevitable paso a través de ella, destruyendo así la belleza fresca y lozana que antaño la engalanaron. Solamente el trazo curvo de su boca, pincelada cruel que el destino ha ido dibujando, deja translucir el amargo desencanto que la persigue y atormenta...
Y mientras la luz decrece, en su hermosa exposición diaria de dorados y anaranjados, el intenso aroma que exhalan los jazmines acaricia su piel y sus recuerdos.
Doña Rosita “la soltera”, revive nuevamente, cada atardecer, el aciago instante en el que se transformó en la sombra de sí misma. Volviendo a ser, una y otra vez, como si girara eternamente en una noria maldita, la joven tierna, inexperta y confiada que los azares de la vida transformaron, ante las gradas del altar, en moderna estatua de sal.
Una joven de ojos húmedos, muertos para la esperanza y cuyas manos temblorosas, en su desconcierto, aprietan inconscientes un pequeño ramillete de jazmines marchitos de dolor y desencanto.
Doña Rosita “la soltera” confecciona con su imaginación, una vez más, un hermoso vestido blanco, tul ilusión y suave raso, el mismo que, desde aquél lejano y nefasto día, ha quedado impreso sobre su cuerpo como una segunda piel, el mismo con el que se engalana una y otra vez sacando razones y esperanzas del pozo profundo de su mente.
Y en esta hora mágica vuelve a convertirse una vez más en aquella que, en lo más profundo de sí misma, siempre ha creído ser: la eterna novia que, atrapada en un pliegue del tiempo, espera ansiosa e ilusionada la llegada de su amado...
Lola Bertrand
18 comentarios:
Texto para oler, ver, sentir... palabras evocadoras llenas de sensaciones y con guiños literarios muy interesantes. Me ha cautivado. Y yo sin conocer este blog, lo que me estaba perdiendo.... Volveré a visitarlo.
Gracias y un saludo
Verdadera Belleza has creado en este texto, Lola.
Un lujo haberlo podido leer.
Mis felicitaciones.
La mecedora me trae imágenes de silencio y descanso, pero también de lectura y confidencias ... Son momentos también mágicos, tiempo "en duermevela" por donde desfilan un carrusel de personajes. Esa es también "una hora mágica". Qué bonito texto el que nos has dejado aquí.
¡ Maravilloso, Lola!
Abrazos
Eva
Muy bueno, Lola...Un beso grandote de Cati
Mágicas letras, Lola.
Besitos,
La hora mágica comienza cuando una comienza a deslizarse entre tus palabras que tienen vida propia, -se sienten, se palpan- y logras convertir un relato hermoso en la más bella prosa poética.
Besitos desde el cielo...
Unas letras que enganchas y envuelven, Lola.
Abrazos
Anina
Empezando por la imagen de la mecedora y después este maravilloso texto que es un torrente de imágenes mágicas y sensibles.
Un beso
Un relato realmente atrayente , Lola.
Un placer.
Saludos
Juanchu
Lola, qué bello texto! Es un placer descubrirte y leerte.
Me ha emocionado mucho la foto de la farola. Mi abuela era asturiana y cuando yo era pequeña y me ponía demasiado molesta, me decía que me fuera a tomar aire a la farola, jajjajaja. Aquí en Argentina casi no usamos esa palabra.
Precioso tu blog. Un beso grande.
Un relato con magia, leerte es un placer enorme,Lola.
Abrazos
Miriam
lola...
mentira sería decir que me sorprendes
la verdad es que me colmas!
Deliciosa Lola!
♥♥♥besos♥♥♥
Lola!!!!para disfrutar y dejarse llevar por las imagenes que se suceden dentro mío al leerte,como describes todo alrededor cuantos matices y que bonita historia de sueños y desencanto,eres genial!!!
Disfruto leyéndote, Lola.
¡Adelante!
Saludos.
Antonio P.
Hola precioso escrito me gusta jooooooooo que bonito . saludos
Querida Lola gracias por tu visita a mi blog,que gusto que tengas familia en mi pais,y en Mendoza que es tan bella,me alegro mucho y si,este mundo es un pañuelo.Buen fin de semana y un beso.
Sigo este Blog y tus escritos con gran placer...
Saludos
Marcus
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