sábado, 30 de junio de 2007

LA CASA DE LA ESQUINA


A los siete años la vistieron de gris.
Clementina - Menta para toda su familia- se sintió enclaustrada entre gasas y tules.
“Ha muerto tu abuela - le dijeron como disculpa- no puedes ir por ahí vestida de colorines”.

Fueron dos años de martirio donde el color era un insulto intolerable, la risa estaba fuera de tono, y todo lo que no fueran rosarios y golpes de pecho, exasperaba a sus padres y demás adultos que la rodeaban.

Menta no podía vivir con el cadáver de su abuela pegado a la espalda, día y noche, pero se aguantaba las palabras que le nacían por dentro.
Era demasiado joven y frágil para rebelarse.

Representaba al último vástago de una familia convencional. Actuaban tan rígidamente que Clementina, Menta, empezó a usar un corsé opresor antes de que su cuerpo físico lo necesitara…

Cuando estaba a punto de cumplir el luto de la abuela, murió, de un fatal accidente, su tío carnal, Gervasio.
Menta que ya tenía diez años, e iba al colegio para aprender a ser una buena esposa estudiando “sus labores”, sintió que el mundo arco-iris que intentaba construir en sus sueños, se le venia abajo.
En el internado era mofa y escarnio de sus condiscípulas, la llamaban “la niña de gris”.

Pasaron siete años en los que sus parientes más cercanos se fueron muriendo, y su familia siempre le fue imponiendo en su atuendo tan fatídico color.

Clementina, se convirtió en un ángel bello y etéreo, su vestimenta gris la hacían parecer una criatura transparente y quebradiza a los ojos de los demás, los hombres parecían tenerle miedo, respeto…

Ninguno de ellos tuvo la osadía de acercarse a tan angelical criatura.

Murió su padre y siguió vestida de gris; lo mismo ocurrió cuando murieron, sucesivamente, su madre y su hermano mayor.

Los pretendientes a su mano nunca tuvieron el suficiente valor para reclamarla, y Menta se fue secando entre languideces grises tras los visillos de su ventana.

Ya han pasado más de cuarenta años desde la última muerte en la familia de Clementina Arteaga, y nadie sabe, a ciencia cierta, si en el nº 12 de la calle de las Acacias, la casa de la esquina, deambula un fantasma o una criatura que nunca vivió…

Lola Bertrand

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Bellísimo y sugestivo este relato . Lola. Es muy bueno.
Saludos
Juanchu

Anónimo dijo...

La historia de Menta es patética, mi madre me contaba historias parecidas, la ignorancia de llevar en una época lutos eternos y apagar el alma.
Excelente la forma de narrarla.
Como siempre Lola,revelas con el trazo de la pluma tu calidad de escritora.

Martha Ferrari

Emma dijo...

Muy triste, Lolilla, pero esa forma tan bella de contar esta historia la ensalza hasta lo inimaginable.
Me ha gustado muchísimo

Emma

Anónimo dijo...

Me encanta esta historia, Lola. Y la imagen también (Están muy buenas todas las imágenes de todos los blogs, en realidad)...Cati

Anónimo dijo...

UNa historia preciosa y llena de sentimiento.
Besos
Eva

Anónimo dijo...

Me has enganchado con tus letras , amiga lola.
Un saludo muy cariñoso.
Antonio P.

Anónimo dijo...

Es un relato precioso, Lola. Muestra una gran delicadeza. Cada vez qie lo leo me gusta más.